Hacía mucho tiempo que no me sentía tan lleno de vida y es que ella
me lo da todo, y más, es más de lo que nunca pude soñar y desear, la
mujer de mi vida, conmigo, y felices…
Nos conocíamos desde siempre, desde pequeños, éramos vecinos y
jugábamos juntos en la urbanización donde vivían nuestros padres, que
también eran amigos además. Por lo que nos veíamos a todas horas y
siempre estábamos juntos. Según fuimos creciendo nuestros grupos de
amigos en el instituto fueron diferentes y eso nos distanció un poco,
nos veíamos en la urbanización, o si íbamos a cenar algún día a casa de
ellos o ellos de la nuestra, pero nos distanciamos bastante. Es verdad
que las chicas maduran más rápidamente que los chicos, y ella y sus
amigas salían de otra forma a como lo hacíamos nosotros, sólo
preocupados por jugar a fútbol y videojuegos.
Yo sinceramente nunca me fijé en ella como chica, en el sentido de
que habíamos sido tan amigos, como hermanos, desde críos, que nunca la
vi como algo más que eso, y ella a mí tampoco, era como si fuésemos
primos, vamos, que no había ninguna “tensión” extraña entre nosotros. De
hecho, ella a los 16 años o así se echó un novio, yo lo conocía y nos
llevábamos genial, bueno, que no había ni celos ni nada raro, cada uno
hacía su vida, sólo éramos amigos.
Cuando terminamos el instituto ella se fue a estudiar fuera de
nuestra ciudad y yo me puse a trabajar, me compré un piso y me fui de
casa de mis padres, por lo que cuando ella venía algún fin de semana o
vacaciones no la veía. Se perdió mucha relación, esto pasó hace
bastantes años y no había tantas comunicaciones como ahora, el móvil y
poco más, ni whatsapp, redes sociales, nada, era más sencillos ir
perdiendo contacto un poco también sin querer, por dejadez, no sé, vas
haciendo tu vida.
Pasaron los años, yo seguí en nuestra ciudad, tuve pareja durante
mucho tiempo y fui muy feliz. Mi vida era tranquila, normal, trabajo,
casa, mi chica… Y todo se desbarató el día de Navidad de hace un par de
años cuando fui a comer a casa de mis padres y me encontré con ella en
la puerta de entrada, cuando ella iba también a comer a casa de los
suyos. De repente, todo mi mundo se revolvió: vi a la chica más hermosa
que había visto nunca, con una sonrisa perfecta, una mirada increíble,
no podía ser, mi amiga, mi casi hermana, de repente aparecía ante mí de
forma totalmente diferente. Me sorprendió mucho descubrirla de esa forma
y me asusté. Hablamos un poco, poco, conversación de besugos, cómo va
la vida, va bien, sí, feliz navidad, poca cosa más.
Llegué a casa de mis padres totalmente descolocado, no me la sacaba
de la cabeza (yo estaba aún con mi novia de entonces). Y para colmo,
después de comer, llamaron a la puerta y eran sus padres y ella con sus
hermanos que venían a tomar café. Yo nervioso, no conseguía hablar cosas
normales ni coherente, fui un tonto, y ella, ella era perfecta…
Pasaron los días y yo me moría de ganas de verla, tomarme un café con
ella, y mi relación con mi novia, nunca sabré si fue por eso o porqué,
fue cayendo en picado hasta terminar en ruptura. Yo me estaba volviendo
loco, no podía dejar de pensar en ella y bueno, realmente sé que la cosa
estaba mal desde hacía tiempo, quizá fue el “empujón” que necesitaba
para dejar aquella relación que no llevaba a ninguna parte.
Sé que fue el destino el que quiso que nos volviésemos a encontrar,
esta vez, en un bar del barrio. Me contó que se había quedado sin
trabajo en la ciudad donde vivía y había decidido volver a la nuestra a
buscar algo. Estuvimos hablando durante horas, y horas, recordando cómo
jugábamos de pequeño, las aventuras que pasamos y lo bien que nos lo
pasábamos entonces, fue divertidísimo. Y yo.. yo ya estaba totalmente
enamorado de ella, seguía siendo aquella niña con la que jugaba, la
conocía tan bien… era como si nunca nos hubiésemos separado.
Después de varios cafés y alguna cena llena de intenciones nuestras
vidas se unieron para siempre y ahora me siento el hombre más feliz del
mundo teniendo al lado a la mujer más maravillosa.
Te amo, Rosa.
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